Por David Arengas
La fiesta del fútbol en el estadio El Campín se ha visto empañada por una polémica que ha desatado la ira de los hinchas: el exorbitante aumento en los precios de los alimentos. En su primer partido oficial del año, Independiente Santa Fe recibió al Deportivo Pereira, pero la atención se centró en las largas filas y los precios desorbitantes en las taquillas de comida.
Un perro caliente, que antes era una opción económica para disfrutar del partido, ahora cuesta 16.000 pesos colombianos, incluyendo un paquete de papas y un par de salsas. Un plato de lechona, un clásico de la gastronomía colombiana, se ha encarecido hasta los 22.000 pesos. Estos aumentos desproporcionados han generado un profundo malestar entre los aficionados, quienes consideran que se está aprovechando de su pasión por el fútbol para obtener ganancias excesivas.
Sencia, la nueva administradora en el ojo del huracán
Detrás de estos incrementos desmedidos se encuentra Sencia, la nueva concesionaria del estadio El Campín. La empresa, que se hará cargo de la administración y explotación comercial del estadio hasta el año 2050, ha sido señalada como la principal responsable de esta situación. Los hinchas cuestionan la falta de control por parte de las autoridades y la ausencia de alternativas más económicas para los asistentes.
La llegada de Sencia ha generado una serie de problemas logísticos que se han evidenciado en el primer partido del año. Las largas filas en las taquillas de comida, la escasez de productos y la mala atención al público han sido algunas de las quejas más recurrentes. Además, se han reportado fallas en el sistema de sonido y otros inconvenientes que han empañado la experiencia de los aficionados.
¿Un estadio para pocos?
La situación actual del estadio El Campín plantea serias interrogantes sobre el modelo de negocio que se está implementando. ¿Es justo que los precios de los alimentos aumenten de manera tan desproporcionada? ¿Se está priorizando el lucro económico por encima de la satisfacción de los aficionados?
Es evidente que la afición al fútbol es una pasión que mueve multitudes, pero esto no justifica que se aproveche de ella para obtener ganancias excesivas. Los hinchas tienen derecho a disfrutar de un partido de fútbol sin tener que hipotecar su bolsillo.
¿Qué se puede hacer?
Es necesario que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto y establezcan mecanismos de control para evitar que situaciones como esta se repitan. Los clubes, por su parte, deben presionar a las concesionarias para que ofrezcan precios más justos y una mejor calidad de servicio.
Los aficionados, como consumidores, tienen el derecho a exigir sus derechos y a expresar su descontento. Las redes sociales se han convertido en una herramienta fundamental para denunciar estas situaciones y generar conciencia sobre el problema.
En conclusión, la situación actual del estadio El Campín es un claro ejemplo de cómo la mercantilización del deporte puede tener consecuencias negativas para los aficionados. Es necesario encontrar un equilibrio entre los intereses comerciales y la satisfacción de los hinchas. Solo así se podrá garantizar que el fútbol siga siendo un deporte popular y accesible para todos.
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