Por David Arengas
Mientras Atlético Nacional y Boyacá Chicó intentan ofrecer un espectáculo futbolístico en el mítico Atanasio Girardot, la verdadera protagonista de la noche parece ser... ¡la grama! Y no precisamente por su verdor o su impecable corte. Las imágenes que llegan desde Medellín son elocuentes: un campo de juego visiblemente afectado, con zonas encharcadas y un césped que parece haber sufrido las consecuencias de un evento masivo reciente.
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La polémica no tardó en encenderse, especialmente con los comentarios del experimentado narrador Eduardo Luis López durante la transmisión del partido. Su queja fue directa y contundente: la velocidad con la que rueda el balón es inusual, producto, según su apreciación, de un riego excesivo que convierte el terreno de juego en una pista resbaladiza.
¿La razón de este deplorable estado del campo? No hay que buscar mucho. Apenas unos días atrás, el Atanasio Girardot fue el epicentro de la euforia con el doble concierto de la superestrella colombiana Shakira, en el marco de su "Shakira: Las mujeres ya no lloran World Tour". Un evento masivo que congregó a la impresionante cifra de 78.000 asistentes entre los días 12 y 13 de abril.
Ahora, la pregunta que resuena con fuerza es: ¿pagó el Atanasio Girardot un precio demasiado alto por albergar este espectáculo musical? Las imágenes del partido entre Nacional y Chicó sugieren que sí. Un campo pesado, con evidentes daños en la superficie y un balón que corre sin control, dificulta enormemente el desarrollo de un fútbol de calidad y perjudica el espectáculo para los aficionados.
¿Es esta la "noche mágica" que esperaban los hinchas del fútbol en Medellín? Ver a sus equipos luchando contra un terreno de juego en condiciones lamentables, donde el control del balón se convierte en una odisea y la precisión en los pases se diluye en un mar de agua.
La polémica está servida. ¿Debe el Atanasio Girardot priorizar eventos masivos de entretenimiento a costa del estado de su cancha, un escenario sagrado para el fútbol antioqueño? ¿No existe una planificación más cuidadosa para minimizar el impacto de estos conciertos en el terreno de juego?
Mientras el balón sigue rodando a una velocidad inusual por la grama encharcada, la afición se pregunta si este es el legado que Shakira dejó en el Atanasio Girardot: un campo de juego que parece haber "llorado" más de lo esperado. La Dimayor y las autoridades deportivas locales tendrán mucho que decir sobre esta "noche mágica" que, para el fútbol, parece haber sido una pesadilla.
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